Mujer, no te rindas.

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Levántate.

Me encontraba perdida, en una sociedad en constante transformación, con un ritmo veloz, supeditada a la tecnología, idiomas y formación intelectual. Otras veces, estaba atrapada por antiguas tradiciones sobre la abnegación, entrega por entero a los hijos, con un alto grado de responsabilidad y exigencia.

Con un título universitario, amplio curriculum, idiomas, documentada sobre la maternidad, informada sobre la psicología infantil y con esa falta de no llegar a todo, de no estar a la altura del momento, ni de las circunstancias, caminaba por la vida. Somos mujeres libres para decidir si deseamos tener hijos o no, en compañía o en solitario, gracias a los avances de la ciencia. El nacimiento de los bebes llena nuestro corazón de amor incondicional, al mismo tiempo que nuestras vidas cambian para siempre.

Nos afligimos, en el cargo de conciencia, por trabajar y no disponer de suficiente tiempo para estar con nuestros hijos, nos sentimos egoístas, por tener otras inquietudes que nos permitan crecer de forma intelectual o personal y por repartir el tiempo con la pareja. Nos sentimos frustradas. Somos madres formadas, maduras y conscientes, viviendo en un mundo acelerado que exige una superheroína. Algunas, vemos frenadas la carrera profesional, ante la dificultad por conciliar, para atender a los hijos, llevar la casa, cuidar el aspecto físico por imperativo social, ser la compañera, esposa y amante perfecta.

Para ninguna, con veinticuatro horas al día es suficiente. Las mujeres estamos algunas casadas, otras separadas, divorciadas, monoparentales, con múltiples tareas y todas con dos sentimientos en común, al amor por los hijos y la culpa como consentimiento de los mitos del pasado.

“Deje el rincón de pensar, para contemplar un horizonte de libertad.”

“Mujer, no te rindas, libera el lastre y retoma el vuelo.

¡No te olvides de apreciarte, porque para poder querer, hay que quererse!.”

Inma Díaz.

Texto inspirado en libro “Los Rostros de Eva” de Arantxa Goñi y María José Álvarez y en el Poema “No te rindas” de Mario Benedetti.

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